Templarios

La Comparsa “Templarios” nace en Ibi en el año 1997, debe su nombre a la famosa orden monástica que se creara en la palestina del siglo XII, y cuyos primeros componentes se alojaban en el antiguo templo del rey Salomón.

La nueva Comparsa realiza su Primera aparición oficial en l´Avis del año anterior, con la participación de su Abanderada Dª. Fina García Martínez, su Presidente, D. José Ramón Navarro Javaloyes, y su Delegado D. Juan Carlos Pérez Belda, en el acto de reconocimiento de cargos Festeros y, al día siguiente, sábado, tras la procesión de traslado de la imagen pequeña de la Virgen a la parroquia de la Transfiguración del Señor, bendicen su Bandera, actuando como padrinos la Abanderada y el Delegado citados con anterioridad.

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Conjuntamente con las otras grandes órdenes originadas en las cruzadas palestinas, la de los “Hospitalarios de San Juan de Jerusalén”, que dio origen a la de Malta y la “Teutónica”, creadora de su propio reino, la de los “Hospitalarios del Temple” o “Templarios”, fue concebida para proteger a los peregrinos que acudían de todas las partes del mundo a visitar el Santo Sepulcro, una vez que el grueso de los ejércitos de la primera cruzada abandonó Tierra Santa.

El inductor fue Hugo de Payens, y de sus primeros nueve miembros, conocemos los nombres de Godofredo de Saint-Omar, Godofredo de Bisol, Payens de Montdidier, Archembaud de Saint Aignan, Andrés de Motbard y Gonremar. Todos ellos profesaron ante Esteban, Patriarca de Jerusalén, en 1118.

Toman por modelo los Canónigos Regulares de San Agustín, con sus votos de castidad, pobreza y obediencia, añadiendo el de combatir al servicio de Cristo. No tenían entonces más ropas que las que los fieles les entregaban como limosna. La orden era tan pobre que Hugo de Payens y Godofredo de Saint-Omar, cabalgaban en el mismo caballo, de ahí que el blasón de la orden muestre a ambos caballeros montados en el mismo corcel.

El rey Balbuino II los alimentaba, cediéndoles una parte del edificio donde se ubicaba el antiguo templo de Salomón, a fin de colocar allí sus dependencias, de donde viene el nombre de “Templarios”:

“Templarii milites, fratres templi, pauperes commilitons Christi templique Salomonici”.

Después del Concilio de Troyes comenzaría a tomar forma la orden y a expandirse, San Bernardo daría a los Templarios la regla o código de conducta y además recomendó la orden en su escrito: “De Laudee novae militiae”.

La orden tuvo tal expansión que hubo de dividirse en provincias. El territorio español tuvo dos de ellas: Portugal-Castilla y Aragón-Cataluña. El número de templarios en el siglo XIII era de 20.000.

El núcleo de la orden lo constituían los caballeros, los cuales debían proceder de noble linaje. De ellos había tenido origen la orden, su vestimenta era un manto blanco con una cruz ochavada.

La segunda clase era la los hermanos sirvientes (fratres servientes), los cuales se dividían en dos secciones: “armigeri” o escuderos y “famuli” o servicio doméstico. Los eclesiásticos o capellanes militares se diferenciaban de los caballeros porque se cortaban la barba, vestían trajes cruzados por arriba y sobre ellos un manto oscuro.

Al frente de toda la orden estaba el “Gran Maestre”. El poder supremo residía en el “Capítulo General”, o asamblea compuesta por los hermanos de Jerusalén y los más destacados de cada una de las provincias.

Muerto Pedro el Católico en la guerra contra los “albigenses”, el niño que sería después Jaime I, es apresado y posteriormente rescatado tras arduas negociaciones, poniéndose bajo la tutela de Guillén de Montadón, Maestre provincial del Temple de Aragón.

Hospitalarios y Templarios, fueron órdenes colaboradoras en las conquistas de tal monarca, tanto en la campaña de Mallorca como en la de nuestras tierras, habida cuenta que todas las campañas fueron convocadas y predicadas por el Papa Gregorio IX y Nicolás III en forma de cruzada.

Es de destacar la labor de mediadores en los conflictos entre Alfonso X y Jaime I.

El poder de la orden era enorme, hasta tal punto envidiada y temida que Felipe el Hermoso, en 1311, provoca la disolución. El último Maestre de los Templarios es Jackes Molay que fue quemado vivo, maldiciendo al monarca francés y al Papa Clemente V. Se los acusaba de brujería y su leyenda se incrementó, cuando ambos personajes maldecidos, morían pocos meses después en extrañas circunstancias.

Cuando el Papa Inocencio autorizó a los miembros de la orden, a ingresar en otras órdenes, individuos, posesiones, castillos y patrimonio de ésta, pasarían a convertirse en la orden de Montesa.

La historia de los Templarios de Ibi, si bien no tan proclive a leyendas y mitos, al menos momentáneamente, es, sin embargo, todo un canto a la decisión y voluntad de contribuir decisivamente al engrandecimiento de la Fiesta que los alberga.

Ya desde el año anterior, 1996, existe ambiente de creación de la comparsa. Durante todo el año aparecen informaciones en medios de prensa, en el sentido de la próxima incorporación. Parece ser que ya se gestaba dos años atrás. Todas estas agrupaciones suelen comenzar de igual modo, una reunión por otro tema o sin ninguno en concreto, cambio de impresiones, insatisfacciones, una idea compartida en el sentido que aún no está todo hecho, existe la impresión de que se siguen necesitando nuevas aportaciones, quizá, en este caso, una concepción más amplia de la Fiesta, un menor materialismo, la posible compartimentación de gastos. La austeridad no ha de estar necesariamente reñida con la diversión. En fin, lo cierto es que llegó un momento que, cada vez que alguien hablaba sobre temas festeros, se concluía hablando o preguntando por los Templarios.

No fue una aparición fácil, surge la discusión por el tema de los emparejamientos, incluso antes de convertirse oficialmente en comparsa. Se origina una polémica por parte de algunas comparsas, que quieren mantener la tradición de coincidir con la hermana del otro bando. Se provoca con este tema una reunión del Consejo Asesor el 25 de marzo, la solución puede ser atrasar la Capitanía de los Mudéjares, ya en puertas y con su manifiesta oposición, o bien adelantar la de los Templarios, todos ellos jóvenes e inexpertos, y, evidentemente, horrorizados ante tal sugerencia.

La Comisión de Fiestas se encontraba entre la espada y la pared. La dramática paradoja es que unas fiestas que viven y se nutren de crear tradiciones, debían pronunciarse sobre la conveniencia de mantener un acontecimiento sedimentado durante décadas, siendo los estatutos, a pesar de ello, explícitos en este tema. Finalmente privó el criterio de seguir al pie de la letra la norma, siendo, al parecer, la menos mala de las salidas, pero, no obstante, dejando descontentos a muchos. La reunión que zanjó la cuestión se producía el 13 de mayo.

El traje es una idea de varios de los futuros miembros, siendo plasmado en un papel por Juan Pedro Cruz López. Se presenta la documentación precisa, así como los bocetos, en la Comisión de Fiestas el 21 de enero de 1997. Dice un templario: “Recuerdo vagamente, que la primera idea surgida para el traje de las mujeres, se plasmó en una servilleta y entre las dibujantes de ese tapiz tan curioso estaban Cristina y Raquel, entre otras”.

Tras el informe que presenté yo, en el que me congratulaba de la feliz iniciativa, de la pericia en el nombre propuesto, incluyendo alguna pequeña puntualización, la Comisión de Fiestas aprueba la fundación el 21 de febrero siguiente, es decir justo un mes después.

Inmediatamente se nombra Junta Directiva, siendo Presidente, José Ramón Navarro Javaloyes; Vicepresidente, Gonzalo Omar Cortés Sempere; Delegado, Juan Carlos Pérez Belda; Secretario, Pascual Martínez Molina; Tesorero, Francisco José Vicedo Olcina. Se nombran otros vocales para la tarea, en aquel entonces, sin duda, ingente: Mariví Aracil Chamorro, Antonio Asensi Esteve, Elia Navarrete Castelló, Mónica Palao Carbonell, Juan Fernando Rico Alcaraz, Quiteria Barrocal Martínez y Francisco Javier González Martínez.

Más que anecdótico, relevante, es el dato que, desde un principio, se afilian más mujeres que hombres. También es de reseñar la edad de los futuros miembros, ronda los 20 años. Si tenemos en cuenta que la mayoría de ellos son noveles, es muy valorable el soberbio esfuerzo que realizaron para ofrecer la sensacional imagen que el pueblo recibió un año después.

Decían de sí mismos:

Los Templarios somos un grupo de amigos, de gente joven que ama la Fiesta y quiere integrar en ella, como un único cuerpo a todo tipo de personas sin discriminar a nadie.
Además la comparsa como tal, se erige en Asociación Cultural, pretendiendo estudiar y difundir los contenidos y extremos de la Fiesta de Moros y Cristianos. Pretenden tener relación, como se verá en su segundo año, con otras comparsas de Templarios del ámbito: San Vicente del Raspeig, Mutxamel, Biar, Caravaca de la Cruz, etc. También quieren organizar exposiciones, visitas culturales y un amplio espectro de posibilidades, a los que su ilusión no pone freno.

En el Acto de Reconocimiento de Cargos Festeros, que se celebraba el viernes día 9 de mayo, anterior a l’Avís de 1997 y en el Salón de Actos de la Casa de la Cultura, ya participan mediante la presencia del Presidente, Delegado y Abanderada.

Durante los actos de l’Avís, se lleva a efecto la bendición de la bandera, siendo la realizadora y ejecutora de la misma, su primera Abanderada, Fina García Martínez, actuando ella y su esposo, Juan Carlos Pérez Belda, el Delegado, como Padrinos.

No pueden participar oficialmente en los actos, al no estar terminados los trajes, pero sí, al menos, acompañan al resto de festeros ataviados con camisetas. La confección de los trajes, tanto masculinos como femeninos, la lleva a cabo Paqui Verdú.

A pesar de la bisoñez de la agrupación, tienen ese año su primera baja, se trata del joven José Francisco Peydró Barón. “In extremis”, le dedican en la revista de fiestas un “In memorian”, disculpen la altisonancia, que hubo de ser incluido en la sección Noticias y Concursos por estar ya cerrada la edición y algunas secciones ultimadas. Hermosas palabras se leían en este artículo:

Ese momento que, como el nacimiento de alguien, invoca el resurgir de fantasías, presume ser el momento óptimo de sentimiento, de sensación de orgullo, orgullo de un pueblo que de alguna manera anuncia su gran fiesta.

En Asamblea ordinaria se determinó que en las próximas fiestas septembrinas, todos los componentes llevarían un lazo negro en señal de duelo.

Una vez en el siguiente año ya, se haría donación al Museo de la Fiesta del traje de este desafortunado joven que vio truncado su sueño festero, tal donación se llevó a cabo en un emotivo acto, concretamente el 7 de mayo, en el que sus padres, además , impusieron un lazo a la bandera.

Pero sigamos con la narración cronológica de esta corta, pero intensa vida de los Templarios. Estábamos ya en septiembre de 1997, el zoco se preparó en una obra en construcción ubicada en la calle El Salvador. El jueves, aún, la actividad era frenética; comen ese día allí. Ya en la evanescente noche aparecen por vez primera, como colectivo, en l’Olleta y aunque suene un tanto hilarante, lo hacen vestidos de “tiroleses”. Emoción, toda, media hora antes de iniciar el desfile aparecían los disfraces.

El bautismo real de fuego lo reciben en la Diana, el emblemático acto de la mañana del viernes, en el que el primer sol, el bronce y el espíritu festero se funden a los pies de la Patrona. Lanzas en ristre y comandados por Miguel Angel Cano, presentaban el traje a la Primera Festera, la Virgen de los Desamparados.

Mis palabras en la crónica fueron las siguientes:

Es de destacar el extraordinario estreno de la nueva comparsa los Templarios que, con su casi medio centenar de integrantes, en su mayoría mujeres, parecen dispuestos a aportar un talante de rigor en el acto y de alegría fuera de él, características ambas esenciales para una sana concepción de la Fiesta.

La túnica blanca y su heráldica de leones rampantes, abrazo de caballeros y cruces, en colores rojo o negro, había hecho su aparición en la Diana, pero se bautizaba ahora, asomando por vez primera ante el gran público, en una Entrada que tuvo una duración aproximada de 3 horas; 20 minutos sobre el horario previsto.

Los Templarios recuerdan la sensación extraordinaria que se siente al vestir por vez primera el traje, en un día de sol y luminosidad radiante, en el que cada gota de sudor se convertía en una pequeña oración a nuestra Patrona.

Salen 2 escuadras masculinas con 21 hombres, 2 femeninas con 24 mujeres, 18 personas de boato, en total 63 integrantes, la carroza de la Abanderada con claro predominio de colores rojos y 3 bandas de música.

Naturalmente, debido al predominio de mujeres, cuyo traje con conservar idénticos parámetros, muestra ciertas diferencias, la túnica abierta se convierte en falda hasta los pies y la capa llega hasta el suelo, estando coronada por una capucha. El traje está ceñido por la cintura con una cenefa terminada en punta, siendo las mangas desbocadas. Decía que, debido al predominio femenino, la presencia de trajes oficiales en el acto de la Ofrenda es notable y presenta un enorme atractivo.

Para concluir el comentario de esa edición, los sobrantes de la furrielería, sirvieron para organizar una “paella” en San Pascual el domingo siguiente, siendo el momento idóneo de comentar y revivir todos los aspectos, las anécdotas, las emociones que, sin duda, se habían convertido en imborrables recuerdos.

Recibieron el premio a la mejor comparsa del bando, así como a la mejor de la Diana. No concluirían ahí los premios, en l’Avís de 1998, Miguel Angel Cano conseguía la primera Escarapela en el Concurso de Cabos.

De acuerdo con su propósito de relacionarse con otras comparsas hermanas del ámbito, el 4 de abril se presenta una carta en la Comisión de Fiestas, solicitando permiso para acudir una representación a Caravaca de la Cruz. Permiso que sería concedido.

Entre todos los reconocimientos que se dispensó a los Templarios, la revista de Fiestas, transcribía un párrafo de la mencionada “Loa a la Nueva Milicia” de Bernardo de Claraval, devocionario y doctrinario de los templarios escrito en 1140:

No se estilan entre ellos palabras arrogantes ni ocupaciones inútiles, ni risas descompuestas, ni la más leve murmuración y si alguno se desmandase en esto, no quedaría sin correctivo.

Abominan de juglares, de magos y de bufones, cuyo trato evitan con cuidado, detestan las tonadillas jocosas, las comedias y todo linaje de espectáculos, como a puras vanidades y necedades engañosas. Córtanse el pelo, sabiendo por las enseñanzas del Apóstol que es una vergüenza para los hombres el peinar largas guedejas.

Nunca se acicalan el cabello, rara vez se bañan, andan con la barba hirsuta, generalmente cubiertos de polvo y ennegrecidos por las cotas de malla y tostados al sol.

Buscan caballos veloces, no hermosos y bien enjaezados. Pensando más en vencer que en lozanear, y lo que desean es no precisamente causar admiración y pasmo, sino turbación y miedo.
Ya, en 1998, los Templarios llevaban en sus filas, el primer traje especial en la Entrada.

Pedí unas notas y algunos datos de la comparsa, a fin de elaborar estas páginas. Me incluyeron unas líneas que hablan de sus intenciones y también de su modestia, concluiré con la transcripción de un fragmento:

Se arriesgó en nuestro primer año bajo límites insospechados y se sacó a la calle una de las Derramas más baratas, con lo cual nos tuvimos que mover de lo lindo para que las cosas costasen un poquito menos. También se contaba con el agravante de que los que componíamos la Junta Directiva, nunca habíamos ostentando ningún cargo de responsabilidad e incluso algunos casi no sabían lo que eran las fiestas, pero con esto y mucho más se consiguió lo que parecía un imposible, sacar la Comparsa a la calle con la ayuda y colaboración de todos y el contar que muchas personas, de una manera desinteresada ayudasen a que esto fuese verdad.

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